jueves, 15 de abril de 2010

Antón Chejóv: La Palabra en Susurros…


Se cruzo de brazos, mientras miraba el Puerto de Yalta…en Ucrania, que le deparaba alivio a sus cansados pulmones. Había pensado muchas veces en esa belleza que crecía con el horizonte y a mas allá de la distancia, como era posible que el espíritu pudiera tocar esa emoción de luz de un paisaje, que de todas formas era intransferible al papel. Lo mismo le pasaba en Niza, en la Costa Azul (Francia) donde solía pasar largas temporadas, allí el aire del mar tanto como en Yalta le daban nuevos bríos a las dificultades que tenia para respirar.
En realidad nunca había imaginado un final para su vida, ¿Quién puede hacerlo después de todo? quizá eso era lo que se podía llegar a escribir en secreto y se lo guardaba temblando para que nadie lo encontrara.
Dedicarse a la medicina, había sido su sueño, pero también desde siempre había añorado las palabras, que las sentía como si fueran, una amante secreta, oculta, donde abdicaban todos los sacrificios de su vida.
Por 4 años vivió pendiente de sus pacientes, entre idas y venidas, por los corredores de los hospitales, por los laberintos de la vida y de la muerte.
Sin tenerlo aun así se daba tiempo, para dedicárselo a la literatura, la forma en que él había elegido para expresar eso que no se debe, eso que no se puede, porque la sociedad lo impone y punto, no hay mas que hablar. Estaba dispuesto a romper con eso, a quitarle las mascaras a los mas inconfesables de los sentimientos.
Jamás creyó posible que ese año 1887 comenzara a sentirse tan agotado, tan débil, quizá era su exceso de trabajo, o su vida siempre a destiempo, pero no podía comprenderlo, ¿o acaso si? Después de pensarlo se dijo a si mismo que no era para tanto, no era una sentencia de muerte, el diagnostico de tuberculosis que anidaba en su destino. Tenia que luchar, tenia que hacerlo porque en la familia Chejóv nadie se rendía a si nomás de buenas y a primera. Su abuelo un hombre que después de todas las condenas como esclavo sin dejarse doblegar, pudo pagar su libertad, y su padre que no escatimara esfuerzo para con su familia pero que los malos negocios habían arrojado a un costado del camino, tampoco se entrego sin dar batalla.
Así fue que por su enfermedad, comenzó a pasar largas temporadas en lugares que nunca hubiera imaginado inventadose las historias que no dejaban de ser un tanto atormentadas por su misma angustia y desesperación.
Aunque en todo San Petersburgo, ya sabían de su locura por Crear Historias que eran llevadas al teatro en esto tenia que agradecerle a Konstantín Stanislavsky, su amigo y gran director teatral cuya visión hacia aun mas intensos a sus emotivos personajes, que él inventaba sin siquiera pensar que producían tanta emoción en la gente. Sin duda que había que ser un solitario para escribir de esa manera, su enfermedad de alguna manera lo vincula a la melancolía.
Le parecía que su vida había pasado en unas horas, después de su matrimonio en 1891, era como si todo lo que buscara en su vida, lo podía al fin solo rozar con sus dedos. Pero sin duda que nada es para siempre al fin costaba más que cualquier otra cosa, despertar a la realidad y de pronto noto que su vida estaba también dentro de uno de esos cuentos, que escribía como poseído, por algo que no le dejaba recuperar el aliento y donde los personajes no siempre tenían un final feliz.
Fue en 1904 un día de mayo que al despertar le dolía de punzadas toda la espalda, como si tuviera heridas de cuchillo insoportables, y una soga de hierro le aprisionaba el cuello, los hombros se le vencían igual que a un trabajador del puerto, de esos que había visto tantas veces en su niñez resoplando de cansancio entre el gélido frío, hasta que trastabillaban y caían de bruces, con sus pesadas cargas, el dolor de cabeza no le dejaba pensar, y ya no podía seguir huyendo, no le servían ni Yalta, ni ir unos días a la Costa Azul en Francia, decidió entonces marchar a Badenwiler, un pequeño poblado en Alemania sus médicos le habían asegurado que quizá el clima tan calido mucho mas que en las otras regiones podía quizá ser una solución para sus grandes dificultades de salud, pero eso si, tenia que olvidarse de trabajar. Allí alojado en una clínica-hotel, sentirá un poco de alivio, de solo caminar por los alrededores le volvió una sensación como de superación, abría los brazos en la ventana ante la brisa y tenia ganas de hacer lo que mas le gustaba, escribir.
Fue en realidad solo una de las tantas sensaciones que a veces se le metían en las venas, a las pocas semanas por su gran debilidad ya no podía sostenerse en pie. Soportaba esa desazón aun como muchos de sus personajes, apasionados que ante el amor imposible, pensaban que todo pasaría y volverían a poder levantarse y sonreír una vez más al lado del amor que se les negaba.
Un 4 de julio ahí mismo sin siquiera saberlo su turbada respiración no volvió a intentar continuar, sus pulmones estaban del todo destruidos, rotos, vacíos, tanto como su corazón, a sus solo 44 años, su rostro sin embargo se veía ahora aliviado a solo unos minutos del último de sus latidos, sin las huellas de tanto sufrimiento que el arte había heredado en su sangre. Ahora corría libre por las calles de Moscú, como cuando era muy joven soñando con ser solo el dueño de la libertad…
Antón Chejov nació en Taganrog, ciudad portuaria en el Mar de Azov, Rusia, un 29 de enero de 1860. Provenía de una familia de clase baja, su abuelo había sido esclavo liberto, y su padre Pavel Yegorovich se convirtió en comerciante, a la vez que era un asiduo participante de la vida religiosa como cristiano ortodoxo, donde los dogmas cumplidos tajantemente son parte esencial de la ascensión espiritual de sus miembros, así educo a su numerosa familia, (6 hijos) donde el joven Chejov, sufría los avatares de las leyes domesticas implacables de su padre. De su madre Yevgeniva, en cambio crecerá escuchando los relatos que ella contaba de sus viajes con su padre un comerciante que viajaba por toda Rusia.
Estudiara medicina en la Universidad de Moscú, pero ya de estudiante se destacaba como colaborador de algunos periódicos, en realidad lo hacia como un medio de subsistencia, debido a que no tenia forma de pagarse los estudios y ayudar un poco a su familia que atravesaba una gran crisis económica.
Mas adelante ya siendo medico, escribirá para algunos importantes medios de prensa, incluyendo los más prestigiosos de la ciudad de San Petersburgo. Hacia 1886 ya era un reconocido escritor, y ganara el premio Pushkin otorgado a la creatividad literaria mas destacada del año. Son muy conocidas sus obras teatrales que llegaran al éxito de Publico de la mano de el director teatral Kontanstin Stanislavski, La Gaviota será su gran éxito, que lo deportara hacia la popularidad, pero después vendrán otras como Tío Vania (1897) Las Tres Hermanas (1901) Jardín de Los Cerezos (1904).
Pero el gran fuerte de Chejov como autor son sus relatos, sus cuentos cortos, plagados de una increíble fuerza emotiva, que deja perplejo a su lectores, además por cierto de describir a la sociedad de su tiempo, no se puede entender a Chejov sin adentrase al contexto que alimenta su obra, La Rusia Zarista de comienzos del siglo XX, quizá una de sus obras mas logradas sea La Dama del Perrito de 1899, donde Chejóv describe con una maestría inigualable el drama y el amor, la desolación y el ímpetu, la ironía del destino y la búsqueda espiritual y su fuerza arrebatadora contra la razón. Toda la atmósfera de esa creación se sucede como en un espiral de anticipaciones, todo esta por suceder y ni siquiera ha comenzado cuando todo se desata como en un ritual desalojado de pareceres, sensaciones que van desencadenando lo que los personajes quieren o ansían decirse, no es mas que ofrendar una mirada a una realidad pero invisible, sino fuera porque Chejóv se atreve a decirla, amarrando las contradicciones del amor y la pasión a través del arte de la palabra como cedida en susurros, es decir muy intimas y provocadoras donde hay esbozos de una sociedad que define las formas y los modos en que deben sujetarse sus miembros, sino es así de alguna manera puede que sean condenados a la lapidación publica. Este esbozo tan bien estructurado de Chejóv, es nada menos que una libre reinterpretación de la sociedad burguesa, cuyos asideros seguirán sin definirse, quizá hasta la llegada de la psicología social y antropológica ciencias que comienzan un exhaustivo análisis de los compartimientos, reflejo en innumerables obras que vienen publicándose sin sujeciones y que son grandes contribuciones para entender las relaciones humanas.
Chejóv se adelanta a cualquier criterio certero y su prosa no queda en desuso.
Se convertirá en escritor de trascendencia universal ya después de la 1er Guerra Mundial gracias a las traducciones de su obra y más aun debido al auge que tomaran sus trabajos en EE.UU. y Europa donde es considerado un verdadero clásico en su género y donde grandes escritores utilizaran sus técnicas literarias para dar vida a sus obras.
Pero ¿quien era en verdad Chejóv? su fama se debe a que es nada menos que el reflejo de las ausencias, de los letargos del tiempo, de lo que el hombre quiere lograr y solo son castillos de arena, describió la esencia del alma en su carácter menos imaginado para llegar al inconsciente colectivo término que podemos manejar hoy en día pero que en su tiempo no eran fáciles de aplicar y entender, pero lo que impresiona es ese apenas rozar, apenas limpiar y acariciar las lagrimas de un rostro, el del amor que no puede fingirse, que obliga por momentos a la locura, o a reírse entre los salmos de esa felicidad que faltaba así de nada para conseguirla y que de pronto se esfuma como un golpe de la brisa en las ventanas, esa misma brisa que le pareció sentir cuando abría los brazos en la ventana sonriéndose, mirando el sol del amanecer en Badenwiler plagado de vitalidad, solo unos pocos días antes de morir…

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